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martes, 10 de mayo de 2011

La libertad de callar

De entre todos los recordatorios, conmemoraciones y saludos a la bandera, de esos que ameritan cocteles en embajadas y compañías, el más eufemístico ha de ser el día de la libertad de expresión (en minúsculas), que se celebra o se llora cada 3 de mayo.

Que lo digan los 194 periodistas peruanos que sufrieron atentados o fueron hostigados el año pasado. Por no hablar de naciones latinoamericanas como México, donde un burrier puede ser Jefe de Informaciones de algún periódico. ¿Y qué decir de los liberales estados donde la prensa se compra en el libre mercado?. Que lo digan los familiares del periodista Julio César Castillo Narváez, asesinado el lunes 2 de mayo de seis balazos por cuatro cobardes en un restaurante de la provincia de Virú, en el departamento de La Libertad.

Ordoñez conducía un programa radial en el cual emitió un audio que comprometía a familiares de un consejero regional en corruptelas. O sea, un refrito. El móvil es tan antiguo como un argumento de tragedias griegas: miedo a que la revele la verdad. Precisamente la esencia del periodismo: la pura verdad. Y en un país que escogerá a su líder entre Keiko Fujimori y Ollanta Humala, entre la horda del fujimorismo mitómano y el comandante que ya no dice lo que dice por escrito, la verdad repele, amenaza.

¿Acaso no somos una nación con pánico a que se revelen o recuerden hechos comprobados? ¿No se lincha a quienes se toman la libertad de recordar solo uno? ¿No se imprime miedo y falacias desde donde debería partir la lucidez y la claridad?
Si hay algo verdadero, una certeza, es que somos una sociedad farsante (los líderes mientes, ¡y cómo mienten!), amante del doble discurso y del borrón y cuenta nueva. Una nación 'bambeada'. ¿Puede haber aquí ciudadanos, lectores amantes de la verdad?

Por lo tanto, la libertad de expresarla, si no molesta al compadrito, incomoda al socio, y si no jode al compañero, le cae mal a fulano. A esta operación lógica se resume la libertad de expresión. Así es que se hace humo.

¿Hay libertad de prensa en el Perú? Ante esa pregunta me siento como uno de esos escolares que concursan por cualquier cosa en cualquier esperpento de TV: ¿Libertad?, ¿de quién?

De las grandes empresas, por supuesto. La libertad de expresión, esa cuasi utopía de periodistas y lectores de diarios (los libros sí nos salvan), es solo un privilegio de aquellos que poseen las cuentas más gruesas y las conciencias más estrechas.

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