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martes, 21 de junio de 2011

Borges responde

Entrevista que concedió a la televisión española tras ser reconocido con el Premio Cervantes de 1980.

Visiones del creador

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Fotos: Elecciones

Senderos que se bifurcan

El municipio de Buenos Aires ofrece a los visitantes la ruta Borges, un circuito turístico que recorre los lugares que marcaron la vida y obra del escritor.

Casas, museos, bibliotecas, parques y cafés, escenarios de sus relatos, pueden ser recorridos por sus admiradores. No importa si los vivió o los soñó, son parte del imaginario borgeano.

En Buenos Aires la imaginación
es una playa macedónica
tan cierta, tan absurda, viven Borges,
Dios y el rock and roll. "Buenos Aires" (Joaquin Sabina y Fito Páez)

Borges, el memorioso

A los siete años escribió su primer cuento y a los nueve tradujo el relato “El príncipe feliz” de Oscar Wilde. Su tartamudez y aspecto refinado de fines del novecientos motivaron las burlas de sus compañeros de colegio, al que ingresó directo al cuarto grado por su inteligencia anacrónica. Más de ochenta años después, quien fuera el precoz niño Jorge Luis Francisco Isidoro Borges (1899-1986), sentenció, poco antes de morir, “confieso que he cometido el pecado más grave: no viví lo suficiente”.

Hijo de Jorge Francisco Borges, un abogado y filósofo anarquista con vocación literaria (incluso publicó una novela), y Leonor Acevedo Suárez, una dominante traductora de literatura inglesa, el escritor estaba predestinado a tomar la palabra frente a la realidad. En Palermo, por entonces un agitado barrio de migrantes, Borges se refugió en la biblioteca familiar.


En 1914 su padre perdió por completo la vista, debido a una enfermedad crónica que heredó a su hijo. Para seguir un tratamiento médico, se mudó con su familia a la ciudad de Ginebra, en Suiza. Alentado por el nuevo aire europeo, el autor de “Ficciones” se alimentó de nueva literatura, principalmente francesa. Retornó a Buenos Aires en 1921 y dos años más tarde publicó su primer poemario, “Fervor en Buenos Aires”.

Laberintos y delirios

Su obra poética temprana es considerada como una de las cumbres de la literatura latinoamericana moderna, pero son sus cuentos los que le merecieron ser reconocido como uno de los mejores escritores del siglo XX. “Borges tienen miles de miles de admiradores, pero ningún discípulo”, escribió Mario Vargas Llosa en el ensayo “La trompeta de Deyá”.

A partir de entonces, empezó a colaborar con la revista “Sur”, cuyo primer número apareció en 1931, y más tarde la dirigió junto a Adolfo Bioy Casares. Con el autor de “La invención de Morel” escribiría más tarde cuentos policiales bajo el seudónimo de H. Bustos Domecq. En paralelo a su labor creativa, Borges fue también un incansable traductor y compilador de antologías de poesía y cuentos fantásticos.


Los relatos más logrados del narrador se encuentran en “Historia universal de la infamia” (1935), “Ficciones” (1944), “El Aleph” (1949) y "El libro de arena” (1975).

Para Borges las palabras eran símbolos mágicos, puertas hacia laberintos de falacias e historia, filosofía y absurdos, impregnados de fantasía, suspenso, surrealismo, y de poesía también. A través de sus tramas, pequeñas metáforas de la humanidad más simple y compleja, intentó reescribir la historia universal.

Su asombrosa erudición, uno de los rasgos más distintivos de su obra, se explica en su genealogía; su genio irrepetible, proveniente de visiones delirantes, seguirá fascinando a sus lectores. Los personajes borgeanos dirían que el tiempo, esa obsesión recurrente, no le jugó una mala pasada al creador; fue Borges quien, en venganza, desde la literatura, inventó un universo paralelo.